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Cinque terre

Visitamos… CINQUE TERRE

Los pueblos de colores más famosos de Instagram

¡Ciao viajer@s! Hoy visitamos Cinque Terre. Sí, esos pueblos tan bonitos de colores que hay en Italia y que habréis visto mil veces en Instagram. Quizás ése sea el problema de estos pueblos. Se han hecho tan famosos en Instagram, que están abarrotados de turistas que sólo buscan hacer la famosa foto. Es cierto que nosotros fuimos en agosto y ya sabíamos que habría mucha gente, pero ¡¿tanta?! Por las calles, éramos como borregos en un rebaño gigante y en los trenes que llevan de pueblo a pueblo, íbamos como sardinas en lata. Moraleja: si podéis, no vayáis en agosto.

Cinque terre (tampoco hay que saber italiano para ver que se traduce como las Cinco Tierras) es un trozo de costa que incluye cinco pueblos: Monterosso, Vernazza, Corniglia, Manarola y Riomaggiore. Y aunque ahora se han hecho famosos, estos pueblos se crearon allá por el siglo XI. Durante muchos años vivieron de la pesca y la agricultura, pero poco a poco se fueron despoblando hasta que hace unos 50 años llegó… el turismo.

MONTEROSSO AL MARE

Monterosso es la playa de Cinque Terre. Aunque otros pueblos también están tocando el mar, en Monterosso la playa es grande y de arena. Algunas son de pago. Las que veáis llenas de hamacas y sombrillas todas iguales, habitualmente tienen a una persona en la puerta con el talonario (35 euros por sombrillas y 2 hamacas). Nosotros comenzamos la ruta por Monterosso. Así que, para no ir todo el día con el cuerpo lleno de sal y arena, decidimos pasar del baño y fuimos a recorrer el pueblo.

En una punta del paseo está la
Villa Eugenio Montale, la casa donde vivió este poeta italiano, que ganó un Premio Nobel, y que ahora se puede alquilar por mil euros la noche. A lo mejor pasas una noche allí y te viene la inspiración (mejor que te venga rápido porque a ese precio…). Y al lado de la villa, entre las rocas, está el Gigante, una gran escultura de cemento. Representa al dios Neptuno, pero está un poco perjudicada (nos dijeron que por los bombardeos de la Segunda Guerra Mundial) y ha perdido el brazo en el que tenía el famoso tridente.

Siguiendo por el paseo, más o menos a la mitad, está la Torre Aurora, una torre defensiva del s. XVI. Y justo debajo, hay un búnker de la Segunda guerra mundial.

Y, como estamos en Italia, Monterosso también tiene sus iglesias (creo que hemos acabado un poco empachados después de 18 días viendo iglesias). Todas tienen en común sus fachadas de mármol con líneas blancas y negras (estilo cebra) y la más chula es la Iglesia de San Giovanni Battista, del s.XIII. También hay otras dos muy curiosas, el Oratori dei Neri y el Oratori dei Bianchi. O sea, el oratorio de los negros y el de los blancos. No tiene nada que ver con el color de la piel de los que iban a rezar. Los negros eran miembros de un grupo que ayudaba a enterrar dignamente a la gente que no tenía dinero y siempre vestían de negro. Los blancos, que llevaban unas túnicas de ese color durante las procesiones, se encargaban de ayudar a los más necesitados.
Para rematar la ruta eclesiástica, podéis subir al Convento dei Capuccini. En nuestro ranking de iglesias, no estaría muy arriba (aunque tenga una pintura de Van Dyck) pero las vistas son espectaculares. Sentaros al lado de la estatua de San Francisco de Asís y el lobo, y disfrutad del paisaje antes de volver al jaleo de la gente y coger el camino hasta el siguiente pueblo.

VERNAZZA

Segunda parada: Vernazza. Éste es uno de los pueblos que más nos gustó. La zona del puerto es preciosa y también puedes bañarte, aunque más que arena hay una mezcla de lodo y piedras (siempre hay que llevar los escarpines en la mochila). Y mientras te bañas no puedes dejar de mirar la Iglesia de Santa Margherita di Antiochia. Explican que, hace muuuchos años, el mar arrastró hasta la orilla de Vernazza una caja con un hueso del dedo de Santa Margarita. Para celebrar el hallazgo, en ese mismo lugar decidieron construir la iglesia.
 
Otra de las cosas para ver en Vernazza es el Castillo de los Doria y su torre, el Belforte. Se construyó en el s. XI para defenderse de los ataques piratas. Ahora sirve para tener unas vistas preciosas de la bahía. La entrada es de pago (2 euros) pero la recaudación va para una entidad humanitaria.

CORNIGLIA

A diferencia del resto de pueblos de Cinque Terre, Corniglia no está tocando el agua. Está en lo alto de una colina, rodeada de viñas. Para llegar, tienes dos opciones: subir la Escalera Lardarina, con casi 400 escalones, (las vistas son muy bonitas, pero el calor también) o pillar un minibús que te lleva hasta la plaza del pueblo (gratis con la Cinque Terre Card).

Y una vez subes, ¿qué hay en Corniglia? Pues casas de colores, restaurantes, tiendas de souvenirs, la Iglesia de San Pietro (aunque por fuera no lo parezca, por dentro es muy chula) y el Mirador de Santa María, que está a 100 metros de altura y desde el que se ven los otros pueblos de la Cinque Terre. Y lo mejor, no sabemos si porque no está tocando el agua o por la escalera gigante, pero en Corniglia encontramos menos gente. Muchos turistas se lo saltan. Por eso pudimos caminar más tranquilos por sus calles.

Y aunque el pueblo no está tocando al mar, sí tiene playa: la playa de Guvano. Es de piedras y el acceso no está muy señalizado, pero sus aguas son cristalinas y no está llena de hamacas y sombrillas como en Monterosso.

MANAROLA

En Manarola podréis hacer la típica foto de Cinque Terre. Sólo tenéis que alejaros un poquito del pueblo por su sendero y, donde veáis a un montón de gente con el móvil en la mano, y a otros haciendo posados imposibles, pues allí es. Lógicamente, aunque sin posar (posaron nuestros Playmobil), nosotros también fuimos a hacer la foto. Justo ese día había allí un pintor hippie alemán que tenía puestas canciones de Mocedades. Mi padre se las sabía todas. Era curioso ver a los modernos del Instagram con ‘Amor de hombre’ de fondo.

Como en el resto de pueblos de Cinque Terre, lo mejor es perderse por sus calles, esquivar las barcas que los pescadores tienen aparcadas en la puerta de sus casas o escaparse por un momento de la calle principal para descubrir sus rincones secretos. Otra opción es buscar el único recuerdo que queda del antiguo Castillo de Manarola, del que se usaron las piedras de sus murallas para edificar las casas.

Y si, en lugar de en verano, queréis visitar Manarola por Navidad, no os podéis perder el pesebre gigante que hacen entre las viñas. Se encarga un abuelete del pueblo (Mario Andreoli) que, con material reciclado, ha creado más de 300 figuras que de noche se iluminan. Nosotros lo hemos visto en fotos y ya nos encantó. Así que, en directo, tiene que ser más alucinante.

RIOMAGGIORE

La mejor manera de llegar de Manarola a Riomaggiore es través de la Via dell’Amore, un sendero que hicieron entre las rocas a golpe de pico y pala. El problema es que lleva unos años cerrado por desprendimientos (dicen que lo reabrirán en 2023). Así que, tuvimos que hacer el trayecto en tren.
Riomaggiore se llama así por el río que lleva el agua de la montaña hasta el mar y que, actualmente, pasa por debajo del pueblo. Es un pueblo que crece alrededor de su puerto, que, cuando fuimos nosotros, estaba lleno de barcas y canoas para turistas. Alejado del puerto está el Castellazzo di Cerricò, o sea el castillo de Riomaggiore, del que se conservan dos torreones y parte de sus murallas. Y cerca del castillo, la Iglesia de San Giovanni Battista, que fue la única que visitamos (ya os hemos dicho que estábamos un poco saturados).

Y, como no nos queríamos ir de Cinque Terre sin bañarnos, nos acercamos a la Spiaggia di Riomaggiore, una pequeña playa de piedras, con el agua cristalina, donde pudimos relajarnos después de ir todo el día esquivando gente entre pueblo y pueblo.

Si visitáis Cinque Terre, tenéis que ver ‘Luca’, la peli de Disney que está ambientada en Portorosso. Es un pueblo imaginario, pero veréis que se parece mucho a los de Cinque Terre. A vosotr@s, ¿a qué pueblo os recuerda más? Nosotros votamos por Riomaggiore.

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PLATOS TÍPICOS / Aunque lo que más veréis son restaurantes para turistas y sitios para pillar un trozo de pizza o una focaccia y seguir con la ruta, Cinque Terre también tiene sus platos típicos. Los más famosos son los mejillones rellenos (con miga de pan, huevo, queso, ajo y perejil), las anchoas de Monterosso, el cebo blanco (pescaíto frito), los testarolis (piadinas con pesto) o la Mescciüa (sopa de legumbres). Y para postre, torta de arroz o la tarta monterossina.

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Nosotros siempre viajamos en coche, pero en Cinque Terre olvidaros del coche. Nosotros nos alojamos en La Spezia y nos movimos en tren. Hay una tarjeta, la Cinque Terre Card, que te da como una tarifa plana para moverte en tren entre los pueblos. También te da acceso a los senderos (algunos son de pago), descuentos en los museos y lavabo gratis, que, con toda el agua que tuvimos que beber por el calor, se agradece. También tenéis la opción de recorrer los pueblos en barco, pero nosotros lo descartamos por presupuesto y riesgo de mareo.

FECHA DEL VIAJE
Agosto 2022

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